Los Jesuitas, 1871

«No es permitido el restablecimiento de la Compañía de Jesús en el territorio de la República».

Ley del 23 de noviembre de 1855

En esta escueta sentencia la Convención Nacional de 1855-56 subrayó la hostilidad casi paranoica que existía entre liberates, masones y otros grupos hacia la Compañía de Jesús en todo el siglo pasado. La prohibición de 1855 es todavía más resaltante si se toma en cuenta el hecho de que los Jesuitas habían sido expulsados casi un siglo antes (1767) y en ese momento no se encontraba ningún Jesuita en el país.

Fue el Obispo de Huánuco, Teodoro del Valle, en viaje a Roma con motivo del primer Concilio Vaticano, el que tomb Ia iniciativa para gestionar el retorno de los Jesuitas al Perú. Como fruto de su encuentro con el General de la Compañía, Pedro Beck, se acordó enviar algunos padres para enseñar en el Seminario de Ia diócesis. En setiembre de 1871

Llegó a Lima el primer grupo de cuatro Jesuitas. Poco tiempo después llegaron tres más procedentes de Ecuador, entre quienes se encontraba el P. Francisco Javier Hernádez, designado como el primer superior de la Compañía restaurada en el Perú. Aunque los Jesuitas no violaron ninguna ley, porque la prohibición de 1855 fue superada por la Constitución de 1860, que por su parte no volvió a mencionar la prohibición, no obstante, Mons. Del Valle tomo la precaución de pedir permiso expreso para su retorno al Presidente de la República, José Balta, y del Ministro de Culto, Manuel Pardo y Lavalle. Los liberates también tomaron nota de su presencia: en 1874 el Fiscal de la Nación, José Gregorio Paz Soldán, formuló una denuncia ante el Ministerio de Culto. Las autoridades respectivas hicieron caso omiso.
El pequeño grupo se dividió en dos, una parte para trabajar en Huánuco y otra para establecerse en Lima.

Cierto caballero piadoso, Melchor García, invitó a los Jesuitas en Lima para que enseñaran en un colegio nacional que é1 dirigía. Con motivo de una visita a la nueva Escuela Normal de Mujeres regentada por las Madres del Sagrado Corazón, el Presidente Mariano Ignacio Prado expresó su admiración por la labor de las madres y al mismo tiempo se lamentó del hecho de que no existía ninguna obra similar para varones. Por decreto-ley del 18 de mayo de 1878 se estableció la «Escuela Normal de Varones», que fue, en realidad el mismo colegio del Sr. Melchor García, reformado y refaccionado. Así nació el Colegio de la Inmaculada, con sólo 3 Jesuitas y 101 alumnos. 24 En 1879 llegaron 7 Jesuitas más de Europa y en 1880 los 9 miembros de la orden en Huánuco decidieron abandonar sus labo¬res allí y, bajando a Lima, reforzaron la labor de los padres y hermanos en el colegio. La Iglesia de San Pedro no fue devuelta a la Compañía hasta el final del conflicto con Chile. Pero una vez en manos de los padres pronto se convirtió en un centro para los apostolados tradicionales de la Compañía: la devoción al Sagrado Corazón, la congregación mariana y Ia asociación piadosa Nuestra Senora de la 0rden.

Durante la Guerra con Chile los padres prestaron servicio como capellanes, y los hermanos como enfermeros. Además, el colegio se convirtió en un hospital de sangre. En un episodio dramático, el entonces Coronel Andrés Cáceres se ocultó de los chilenos en el aposento del P. Superior mientras se curaba de una herida en la pierna.
En 1886, a raíz del libro de historia publicado por el P. Ricardo Cappa, S.J., (Ver Cap.III) los Jesuitas fueron expulsados del Perú, por segunda vez en la historia. El movimiento para pedir su expulsión dio Lugar a bochornosos debates en el Congreso y a encendidas polémicas en público. Los masones realizaron mítines para promover la causa y los católicos organizaron asambleas para protestar por la medida. Finalmente, en octubre, los diputados votaron a favor de Ia expulsión, 65-18. Aunque el propio Presidente Cáceres vetó la medida, y posteriormente se negó a dar la orden formal de expulsión, aconsejó a los padres para que se fueran discretamente por su propia cuenta. Algunos de los padres se dirigieron hacia Bolivia y otros a Europa, aunque un pequeño grupo se quedó en Lima. Naturalmente, el colegio tuvo que clausurarse. El Unico caso de use de la fuerza ocurrió en Arequipa cuando un grupo de Jesuitas se detuvo, a instancias del obispo, para que predicaran una misión popular. Frente a esta demora de parte de los padres, el ejército intervino y los escoltó a la estación del tren rumbo al Altiplano. Una vez amainada la tempestad, en 1888, los Jesuitas regresaron de nuevo y reabrieron el colegio.
Sin más percances dramáticos, el colegio iba evolucionando hasta llegar a ser, juntamente con la Recoleta de los Padres de los Sagrados Corazones, uno de los colegios para varones más prestigiosos de Lima. En 1902 se trasladó a la «Colmena», su sitio traditional hasta el año 1966, en que se trasladó de nuevo, esta vez a Monterrico en el límite de Ia Lima Metropolitana. La lista de hombres destacados en todos los campos - la política, la diplomacia, las artes y el comercio- que han egresado del colegio jesuita de Lima en el primer siglo de su existencia es impresionante. Entre otros personajes, cabe señalar a Manuel Prado y Ugarteche, Presidente Constitucional de la República (1939-45; 1956¬62), al General Francisco Morales Bermúdez, Presidente de la Junta Militar de Gobierno (1975-1980), a Aurelio Miró Quesada, director de El Co¬mercio, Luis Alayza y Paz Soldán, escritor, Arturo García Salazar, diplomático, Armando Revoredo Iglesias, aviador, Javier Prado y Ugarteche,catedrático y Rector de San Marcos, Augusto Tamayo Vargas, literato, Luis Antonio Eguiguren, magistrado, Alberto Tauro del Pino, historiador, Rubén Vargas Ugarte, Padre jesuita e historiador y Manuel Ulloa Elías, político.


En 1898 se fundó un segundo colegio, el San José de Arequipa. Entre los alumnos de las primeras promociones figuran Víctor Andrés Belaunde y José Luis Bustamante y Rivero. Este segundo colegio pronto Ilegó a ocupar el primer lugar entre los colegios para varones en la ciu¬dad mistiana. Sin embargo, debido a la escasez de personal jesuita, tuvo que cerrarse en 1935. Con la ayuda del Presidente Bustamante volvió a abrir sus puertas en 1948. En 1955 se trasladó a su ubicación actual cerca de Tingo. Durante muchos años los Jesuitas del Perú dependieron de la Provincia Jesuita de Toledo en España. En 1938 se tomb un paso importante hacia la autonomía con la fundación de un noviciado propio en Miraflores, Lima. En 1943 la Vice-Provincia peruana se encargó de la Misión de San Francisco Javier en el Alto Marañon en el departamento de Cajamarca, fronterizo con Ecuador. Algunos de los padres y hermanos, y de una manera singular el P. José María Guallart, se especializaron en el trabajo entre los Aguarunas. En los años posteriores a la Se¬gunda Guerra Mundial se fundaron otros colegios, en Piura y en Tacna. Hacia fines de la década del 50 empezaron a venir Jesuitas norteamericanos a reforzar la labor de estas nuevas obras. En los años 60 y 70 la Provincia peruana comenzó a fundar obras de tipo social, tales como los «Cenecapes», en Urcos, Ilo, Huancayo y Piura. En casi todos los lugares donde trabajan los Jesuitas también fundaron parroquias. Entre las obras educativas de carácter social más notables de la Compañía están los cole¬gios de Fe y Alegría, obra fundada en el Perú en 1965. En 1984 había 18 de estos centros, funcionando en diversas áreas marginales en todo el país, atendiendo a una población estudiantil de aproximadamente 30,000 alumnos.
De los 254 Jesuitas en el Perú en 1984, entre sacerdotes, hermanos y estudiantes, había unos 86 peruanos de nacimiento. La gran mayoría del resto son españoles, casi todos nacionalizados. El primer provincial peruano fue el P. Felipe MacGregor, que también fue Rector de la Universidad Católica durante muchos años. En 1966 Ricardo Durand Florez fue nombrado el primer obispo jesuita en el Perú, como Arzobispo del Cuzco y posteriormente como Obispo del Callao. Desde ese nombramiento que rompió una tradición de la Compañía que disuadía contra la aceptación de cargos de autoridad en la Iglesia, han sido nombrados obispos varios otros Jesuitas peruanos: Luis Bambarén, Obispo auxiliar de Lima y posteriormente Obispo de Chimbote; Manuel Prado, Obispo de Chachapoyas y posteriormente Arzobispo de Trujillo; Fernando Vargas Ruíz de Somocurcio, Obispo de Huaraz y Piura y a partir de 1980 Arzobispo de Arequipa; Augusto Vargas Alzamora, Obispo de Jaén y a la vez Secretario General de la Conferencia Episcopal Nacional; y Alfredo Noriega, Obispo-auxiliar de Lima. Monseñor Antonio de Hornedo, espa¬ñol de nacimiento y actualmente Obispo de Chachapoyas, fue, durante años Prefecto Apostólico y luego Vicario Apostólico de la Misión o Vicariato de San Francisco Javier.
La orden jesuita, por razón del número de personal y de sus obras y por la formación excepcionalmente larga que reciben sus miembros es uno de los grupos que más influencia ejerce en la Iglesia peruana. Los Jesuitas han sido los principales promotores de la renovación espiritual post-conciliar mediante los ejercicios espirituales y la formación de grupos juveniles y de profesionales. Es, además, una de las pocas órdenes y congregaciones en el Perú que realiza cierta labor intelectual, como catedráticos en seminarios y universidades o como asesores de grupos especiales, tales como el popular y carismático Romeo Luna-Victoria (1921¬1984), que durante arms fue uno de los animadores más conocidos de los maestros de colegio. Sin embargo, a diferencia de muchas otras provincias de la Compañía de Jesús en el resto del mundo, la Provincia peruana dedica relativamente pocos esfuerzos al campo intelectual, dando prioridad más Bien al trabajo pastoral y social o a la labor de dirigir sus colegios. En este sentido refleja el carácter eminentemente misional de la Iglesia peruana en general, y de las órdenes y las congregaciones religiosas concretamente.

Autor:
Jeffrey L. Klaiber; La Iglesia en el Perú: su historia social desde la independencia

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